Ya casi veo muy lejos el día que te dignaste, como sólo tú podías,
a venir al mundo. Echando la vista atrás, recuerdo como nerviosamente fuimos
todos a esperar tu llegada, con miedo de que tu mamá pudiera pasarlo mal. Me
acuerdo también, de lo cerca que estabas de ese fatídico, feo e imperfecto 27
de abril, de cómo llorar por tristeza se convirtió, inconscientemente en
lágrimas de alegría. Una noche, no tan fría como esperaba, una noche que dejó
de ser normal y dejó paso a otros mejores asuntos por celebrar. Tenías prisa,
demasiada prisa, prisa por ver que tan buenas cosas te quedaban por vivir, que
especial sorpresa de juguetes, ropa y demás te esperaba al llegar a casa.
Tenías prisa por venir, por llegar pronto, seguramente querías disfrutar del
día de la madre, seguro que sí. Recuerdo incluso, como nos confundieron,
equivocadamente, y nos hicieron creer que eras una chica, da igual, te
queríamos mucho antes, incluso, de que nacieras. Por suerte, y como debía ser,
tu nombre seguiría siendo Asier. Me alegra mucho que tengas ese bonito y
abundante cabello como el oro, rubio perfecto, como todos esperábamos que
fuera, como tus ojos, que más bonitos y luminosos ya no pueden ser. Pero lo que
más me gusta, es que cuando decides regalarnos ese momento efímero de felicidad
y te da por sonreír, dos preciosos, y ahora diminutos hoyuelos se dejan caer
felizmente en tu cara de bebé.
Y así llegaste, y
nos hiciste abuela, abuelo, bisabuela, tíos, primos, madre y padre, a todos. Y
así llegaste y nos devolviste la felicidad que hace tiempo no teníamos. Que aún
no entiendo como algo tan pequeño puede hacer que tengamos sentimientos tan
grandes.
Y así llegaste y
nos diste luz.
Qué bonito!
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