martes, 12 de febrero de 2013

Tenías prisa.


Ya casi veo muy lejos el día que te dignaste, como sólo tú podías, a venir al mundo. Echando la vista atrás, recuerdo como nerviosamente fuimos todos a esperar tu llegada, con miedo de que tu mamá pudiera pasarlo mal. Me acuerdo también, de lo cerca que estabas de ese fatídico, feo e imperfecto 27 de abril, de cómo llorar por tristeza se convirtió, inconscientemente en lágrimas de alegría. Una noche, no tan fría como esperaba, una noche que dejó de ser normal y dejó paso a otros mejores asuntos por celebrar. Tenías prisa, demasiada prisa, prisa por ver que tan buenas cosas te quedaban por vivir, que especial sorpresa de juguetes, ropa y demás te esperaba al llegar a casa. Tenías prisa por venir, por llegar pronto, seguramente querías disfrutar del día de la madre, seguro que sí. Recuerdo incluso, como nos confundieron, equivocadamente, y nos hicieron creer que eras una chica, da igual, te queríamos mucho antes, incluso, de que nacieras. Por suerte, y como debía ser, tu nombre seguiría siendo Asier. Me alegra mucho que tengas ese bonito y abundante cabello como el oro, rubio perfecto, como todos esperábamos que fuera, como tus ojos, que más bonitos y luminosos ya no pueden ser. Pero lo que más me gusta, es que cuando decides regalarnos ese momento efímero de felicidad y te da por sonreír, dos preciosos, y ahora diminutos hoyuelos se dejan caer felizmente en tu cara de bebé.
Y así llegaste, y nos hiciste abuela, abuelo, bisabuela, tíos, primos, madre y padre, a todos. Y así llegaste y nos devolviste la felicidad que hace tiempo no teníamos. Que aún no entiendo como algo tan pequeño puede hacer que tengamos sentimientos tan grandes.

Y así llegaste y nos diste luz.






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