martes, 26 de noviembre de 2013

Cacique de palabras 3.

Ha vuelto a irse, ¿Crees que no me he dado cuenta? Hace días que ya no está. Pero lo que más me asusta es que esta vez se ha ido porque mis miedos lo han echado. 
Soy una cobarde, de esas que no tienen tiempo ni vida para esperar nada ni a nadie; de esas que se pasan los días escondidas en las sábanas esperando que pase la tormenta, y las absurdas ganas de querer hasta que el infinito se desgarra. Soy una miedica, porque he tenido miedo de saltar esa línea, con lo bonito y sencillo que habría sido ni siquiera trazarla; pero claro, yo soy de esa clase de chica complicada, que se enreda en su propio pelo, que dibuja y borra historias sin acordarse  de todas aquellas vidas que difumina sin querer, de verdad que te prometo, que lo hago sin querer; complicada como un ejercicio de matemáticas, de esos que lees y vuelves a leer y lees por tercera vez.
¿Qué puedo hacer? ¿No podía simplemente dejarme llevar?  ¿No podía dejar que el tiempo pusiera nombre a este cuento? NO, yo no podía dejar que el azar me manejara cual muñequita de trapo, yo tenía que poner su vida patas arriba, y la mía patas abajo, claro.
Y no podía dejar que la vida hiciera su trabajo y moldease este cuento, porque...cielo, en los cuentos, por si no lo sabes, hay brujas y malos. Brujas que envenenan a las princesas y malos que te arreaban el amor. Y yo no podía permitir que eso se escribiera así. 
Sé lo que estas pensando. Que me he salido de la historia en la parte difícil, en esa donde ya casi todo está por decidir, en esa parte en la que a pesar de manzanas envenenadas, o cenicientas encerradas en una caja de cristal, se sabe y se huele que al final todo acabará como se supone que tiene que acabar: bien, supongo. Pensarás que me he rendido cuando ya casi estaba todo decidido. 
Si, es así. Yo he intentado quererte por encima del miedo, de la pena, de las tormentas que tenía cada noche en el alma, de los destrozos descompuestos de mi calma; intenté querer cada ápice de alegría, y supongo que no fue suficiente... no fue suficiente 3 horas cada 4 días, aunque luego nos esperase toda una vida. 
Lo siento, siento no haberte querido como tú me quisiste, siento no haber esperado como tú querías que te esperara, siento ser cobarde, pero sobre todo siento haber escrito ese "Érase una vez..." sin haber sabido acabarlo bien.