Ese barranco en el que estoy, ese donde están todas esas cosas que se apresuran a soñar, que se abalanzan ante la nada, cuando todo es poca cosa. Ahí jugamos tú y yo, nos hacemos daño, o somos felices, tal vez. Aunque sea por un momento, ese es nuestro hogar. Luego... sólo queda mierda, repleto todo de malos y desfasados recuerdos, recuerdos de muerte, si, esa tan buena amiga tuya, con la que ya te entiendes, con la que llevas años saboreando eso que llamabas "otra vida", con la que eres un nuevo pájaro, con más colores y con más fortaleza que nunca.
Yo, desde luego, me alegro por ti, pero es que en esta otra vida te quedaba mucho por hacer, y deshacer también. Aquí podrías haber sido también fuerte y vestir bonitos y diferentes colores.
Echo de menos cuando cantabas en el caraoque " una rosa es una rosa", tus pasos al caminar por la casa, el poco ruido que siempre escuchaba cuando te ibas y me dejabas notas de buenos días por la mañana. Añoro ese cuaderno de poesía que hace tiempo no guarda tu letra, ver los toros junto a ti mientras yo tomaba coca-cola y tu cerveza fría, a veces pipas también. Extraño tu flequillo en desperfecta sintonía, y esas pulseras que llegaban hasta tu dedo corazón. Echo de menos esa lasaña que tantas veces he intentado imitar, y tus conversaciones a media tarde doblada sobre la vida, esas de las que ya no me acuerdo, y así me va. Añoro decir tu nombre, y ser tu hija. Pero lo que siempre más voy a echar de menos son esas cosas que nunca pasarán.
Espero, blanca y perfecta añoranza de mi ser, que algún día no se cumpla sólo mi sueño, sino el tuyo también.