Ven. Para componer la silueta del abrazo de tu piel, para ver
cosas que tus pupilas no hayan sorprendido aún, ven para que las noches sean
largas y no duelan ni pinchen tanto, tanto como los días- o más- ven para
salvarme de este torpe e inocuo sentimiento que estoy a punto de no
sentir, de no latir, de no saltar en tu mente por las vías del ferrocarril que
me llevan a tu nombre, ese que tan poco te gusta, ese que escribo sin apenas
darme cuenta. Ven porque el mundo ya ha cambiado, porque tú lo has absorbido,
porque las importancias naturales dejan de ser prioritarias. Ven para beber el veneno de
mi boca, para morder yo la tuya, para tocarte hasta que digas basta. Para que los músculos de todo tu
perfecto cuerpo giman- hacia dentro, con amor- ven porque he oído ya tu risa, y
me gusta como para que la camisa de fuerza no sea suficiente para no arañarme
el alma. Para que el último trozo de mi negro corazón se vista con un traje de color.
Ven porque estoy harta de que "te alumbre el mismo puto sol que a mí me
mata"; para que tus dedos encuentren el secreto de mi cuerpo, esos
escondidos que tanto te gustaría ya encontrar. Ven para que dejen de llover los
cuchillos del pretérito, aquellos que te quitan y te dan, que te hacen asumir
las cosas del ayer. Ven, porque aquí también hace calor. Porque tengo ganas,
ganas de tu perfume en mi lengua, de tus manos en mi muslo, ganas del deseo que
todavía no se ha sentido ni ha explotado en nuestros órganos. Ven para que
puedas volverte un poco más loco por mí, que yo, loca bala de tu alma desnuda,
lo estuve mucho antes de soñarte.
Para ti, que siempre quisiste
volar.