jueves, 30 de mayo de 2013

Ven.

Ven. Para componer la silueta del abrazo de tu piel, para ver cosas que tus pupilas no hayan sorprendido aún, ven para que las noches sean largas y no duelan ni pinchen tanto, tanto como los días- o más- ven para salvarme de este torpe e inocuo sentimiento  que estoy a punto de no sentir, de no latir, de no saltar en tu mente por las vías del ferrocarril que me llevan a tu nombre, ese que tan poco te gusta, ese que escribo sin apenas darme cuenta. Ven porque el mundo ya ha cambiado, porque tú lo has absorbido, porque las importancias naturales dejan de ser prioritarias. Ven para beber el veneno de mi boca, para morder yo la tuya, para tocarte hasta que digas basta. Para que los músculos de todo tu perfecto cuerpo giman- hacia dentro, con amor- ven porque he oído ya tu risa, y me gusta como para que la camisa de fuerza no sea suficiente para no arañarme el alma. Para que el último trozo de mi negro corazón se vista con un traje de color. Ven porque estoy harta de que "te alumbre el mismo puto sol que a mí me mata"; para que tus dedos encuentren el secreto de mi cuerpo, esos escondidos que tanto te gustaría ya encontrar. Ven para que dejen de llover los cuchillos del pretérito, aquellos que te quitan y te dan, que te hacen asumir las cosas del ayer. Ven, porque aquí también hace calor. Porque tengo ganas, ganas de tu perfume en mi lengua, de tus manos en mi muslo, ganas del deseo que todavía no se ha sentido ni ha explotado en nuestros órganos. Ven para que puedas volverte un poco más loco por mí, que yo, loca bala de tu alma desnuda, lo estuve mucho antes de soñarte. 


Para ti, que siempre quisiste volar.

miércoles, 29 de mayo de 2013

No es suficiente.

Que sintiera en el fondo de todas mis asqueadas entrañas el arranque más puñetero y doloroso parece que no fue suficiente. No fue suficiente porque cuando así, de esa magnitud te roban con tal violencia, con tal desesperación, ni los años, ni los días a la sombra, ni las horas en silencio me recuerdan que la vida y el mundo entero serán mucho mejor.
Que no creo que haya nada más que me importe excepto saber donde estás tú. Que yo quiero respirar, inhalar el mismo aire que tu absorbes en tu basta desesperación. Que no hay daño más maligno, más mortífero que no acordarme de que tus manos eran gemelas de las mías, pero con la diferencia de la vida; vida que nos separa... Y yo siento tantas cosas que me parecen pocas si lo comparo con lo poco que sentiste tú; que el tiempo no te lo permitió, Paloma, que te quitó todo, y que también me lo quitó a mi.
Que te he rescatado en toda tu ausencia, que te he besado en cada sueño y secado las lágrimas que seguro derramas porque tus manos siguen siendo hermanas de las mías.
Que no hay golpe más directo que el estruendo que sigues causando cuando vienes y libre, feliz, paseas inaudita y bella por cada ápice de mis poros; no hay daño más puro que saber que no estás, y que tengo que imaginar, aquello que seguro jamás pasará (o si)
No hay recuerdo más dañino y a la vez bonito, que los besos que me dabas al dormir, joder, esos putos besos que tanto necesito. 
Y no ha sido suficiente un porrón de años, que encima tengo que acordarme de lo dulce que era tu presencia en mi existencia, y lo anegada y mierda que está de tener ahora tu difuminado recuerdo.
A veces no sé para que vivimos, y cuando lo pienso, sueñas conmigo y yo contigo. Pero sigue sin ser suficiente las veces que me has rescatado, de caer al vacío lleno de putrefacción. 
Y no, no me resulta suficiente el azote impertinente pero puntual de la cortina al pasar, mamá.

Bienvenido.

Y no hay otra cosa más que miedo. Un miedo atroz de que me invadan tus ojos de norte a sur, de este a oeste. De que despegues las tantas veces que mi boca estuvo cerrada con miedo a decir te quiero. Miedo a la tempestad que tus manos ya desvelan al tocar. Miedo porque la vida tenga ganas de jugar- de jugárnosla-de que pueda dejarnos tan tiernamente unidos que el equilibro esté tan perdido como de perdida está tu alma buscando otra alma. Ese miedo de chico irresistible, que se desliza por el mundo, caminado sin esfuerzo, conquistando sin tapujos. Miedo por la sal que es efervescente todavía en cada una de tus recientes heridas; a que el mundo sea olido a vida nueva, vida limpia, nuevas flores, nuevas metas...nuevos besos. Porque la línea que atraviesas cuando piensas en mis ganas de mirarte- por la mañana y por la noche- me da miedo, porque tú aún no sabes dibujarla. 

Aún sigo despertando por las noches en las piedras opacas que pueden entorpecer cada paso ligero, fácil pero rápido. Que no voy a arrepentirme de haberte dicho que te quedaras y prepararas algo más que un café, que dispusieras  tu vida entera, en lo ancho y en todo lo largo. Aún así tengo miedo. De que los sazonados momentos te parezcan sosos o insuficientes, sin trasparencia para levantar el jardín de tus gestos al sonreír. De que la almohada no te aconseje como de bien lo hacía otras noches. A que el mundo no parezca mundo, ni la vida sea vida, ni que amor pueda ya definirse, ni que las caricias puedan acariciar, de que sea extraño lo típico, y que sea típico todo lo extraño, en su multitud, en toda su esencia. De que aprender a mirarte sea la constelación más chunga de recibir o de mantener con claridad.
Miedo, a no querer otra cosa más que tus manos con mis manos. 
Y luego supongo que el amor es así, un poco de mierda mental; un poco de miedo al principio y unos cuantos rasguños infectados al final, incurables eso si. 
Pero he gritado fuerte y alto, hasta que aquí en mi garganta no hay escondite para mi voz, que te vayas de mi lado, que sea yo esa alma que la tuya busca, y ¿sabes? Nadie me ha hecho caso, nadie me ha escuchado. 
Así que, bienvenido. 

viernes, 24 de mayo de 2013

Pobre.

Nadie sabe ni entiende su dolor, en su interior hojas secas traídas desde el desafío del olvido, del chasquido del ayer. Cansado de querer, de querer por encima del propio amor; drogado de los aromas y del espectáculo que destapa su función. Se confunde en las olas del abrazo de su guiño, cómplice, compañero y traicionero. 
Bohemio, soñador, iluso, rey del aire  que respiras sin cesar. Pobre corazón, no importa su opinión, ni hay cavidad para su voz, ni en las sombras, ni tras el estruendo del eco del bombeo del motor.
Pobre corazón, solapando los trocitos que alguien le dejó, sujetando la brisa y la falta de sonrisa. Pobre, "que aún no teniendo siempre ensaya su dolor", que se prepara para la próxima actuación, que ya ni los muros le bastan para tapar y forjar aquella antigua batalla, esa que tú le dejaste-que aún le dejas- Aquellas patadas directas, de dolor, de desamor, de tu incansable no. Pobre corazón, que de tanto mirarte se ha quedado ciego, de tanto y tanto jugar a este juego. Que no soporta ni aguanta llevarte, acomodarte en su sillita, reservarte el mejor sitio solo para ti. Pobre, que nada ni nadie, ni tampoco el tiempo acude a sus heridas. Que ya ni los dardos de tus te amo, ni de los cristales que clavas en las caricias cuando duerme, le resultan la chispa que debería encender el mundo y todo lo que hay en él. 
Pobre corazón, que de los huecos de oscura soledad que has dejado has convertido su rojo en un negro sin ganas, sin rastro de tu olor-ni de tu voz-, sin sillas para acomodar, ni lugares secretos en él, pobre, que cuando te fuiste te llevaste su último trozo, envuelto en su fina y desangrada piel.



martes, 21 de mayo de 2013

Sigo siendo.

Ya he bebido los vientos por ti en otra vida. Yo sigo siendo el aire que sigiloso y puñetero se posa inesperado en tu espalda. Nada más que el barullo de la gente cuando corre, corre porque llega tarde, como corro yo para suavizar tu mal día. Soy sólo otra que pasea impertinente por los lunares ocultos, secretos y bellos que tu cuerpo fabricó para hacerme nacer y morir al mismo tiempo, esas cosas que sólo saben hacer algunos putos genios. Sigo siendo aquella que sujeta tu ambigua caída, o que a veces si no logra llegar te ayuda a levántate, a coger con tus manos las cosas buenas que no eres capaz de ver o de tocar. Otra más, que se guarda cada una de las veces que sonríes, que sonríes bien, justo como a mi me gusta, justo cuando la locura esta por encima de ti, de mi, del ruido de las olas. Soy otra más a la que no perdonas que el tiempo sea tiempo, y que no corra tan deprisa como tu querías o esperabas. Limitarme a quererte, como otra y ya esta, una costumbre que hace que el azúcar deje de ser tan dulce.
He colgado en otras ocasiones en la puerta el cartel de "no molesten", pero no lo ves, y entras otra vez; pisas el único trozo del motor de mi existencia y luego dejas de molestarme porque entonces lo molesto sería que te fueras. Aún así te vas.
Soy aquella sobre la que recalan cada una de tus lágrimas, aquellas en las que el pañuelo dejó de ser suficiente, pasó a ser pequeño. La que explosiona cada latido y lo absorbe hacia dentro para toda la eternidad, para que no lo oigas, para que no lo retengas para siempre en tu tímpano, aquel cansado de oír los te quiero falsos. Esa luz que aunque pequeña, siempre estará encendida para cuando tus miedos estén ocultos en la maldita oscuridad.
Esa que ya no espera nada- o quizás si- la que te coge de la mano y te aprieta para hacerte sonar kilómetros bajo tierra .
Sigo siendo yo, sobre la que se esconden las ansias de gritar alto por ti- hacia dentro- cuando el universo se te queda pequeño, y el mundo deja de ser bueno; la que siempre, siempre, soplará la arena que tapona tus pupilas.

jueves, 16 de mayo de 2013

Dibujarte.

Te estuve esperando hasta bien entrado el temperamento de la noche. No viniste. Hice tiempo pensando en tu mano, tu mano de porcelana que seguro, imagino, debe tocar caliente.
Caminábamos sobre un suelo asustadizo de amapolas amarillas, rojas, naranjas y de colores que aún no se definir; respirabas tan lento, tan, tan despacio, que a veces pensaba que habías ahogado tu último día de sol. Todos mis músculos eran pasto de cada uno de los guiños de tu nerviosa risa. Contraías tu abdomen cada vez que gritabas: ¡Te amo! y yo... yo llegaba a un punto de demencia lineal, insalvable.
Tu boca y mi boca jugaban curiosas, donde tu lengua llegaba hasta el final, hasta el final, donde se da un zarpazo al corazón; si, en mis sueños.
Pero te estuve esperando hasta donde las estrellas murieron y el sol empujaba fuerte para nacer. No viniste.
Te he dibujado de todas las maneras y de todos los colores; con líneas finas y gruesas, te he dibujado en un blanco papel, en mi mente libre y puta de imaginar hasta doler, hasta doblegar las intenciones. Te he pensado una vez, y dos, y tres y otra vez más, y otra... tanto que el mundo era nuestro, que el mar y la tierra se movían a nuestro antojo. Pero no viniste.
He dibujado cada tendón de tu cuerpo aquí... aquí sobre el mío.
Nuestros oníricos ojos solo han saboreado un pequeño encuentro una sola vez, pero yo te estuve esperando...yo te sigo esperando, te sigo dibujando...por sí quienes respirar lento para ahogar tu último día de sol.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Estábamos a un centímetro, a un puto centímetro para rozar nuestros labios y morder nuestras bocas. A un centímetro para rasgar la locura, a un centímetro de exhalar el amor.
Pero golpeaste tu culpa y rezagaste tu entusiasmo, te avisaste de la sal con la sangre de tu herida. Y el valor y tú, antiguos compañeros, no encontraron recoveco sin laberinto para abrazar las raíces de un nuevo amor.

Aquella noche.

Y me acuerdo que hasta la luna se apagó aquella noche. Y de cómo los ojos nada ya querían ver, ni tampoco las ganas se volvieron al revés, nos permitieron jugar, otro rato y otro rato más.
Recuerdo cómo nuestros rostros salvajes destaparon las caricias que escondidas se topaban con una fuerza tan potente como lo era la excitación, que nos fundía, que nos llamaba a porrazos y sin avisar. La playa no soplaba sus olas, ni rugía su fuerza; y la arena fina nos abrazó hasta convertirse por una noche en un tórrido hogar. Nos convertimos en mamíferos en celo, deseosos de todo y mucho más. No éramos ya el medio, si no el fin de cualquier circunstancia.
Recuerdo cómo el frío no tenía fuerzas para hacernos tiritar, y cómo el sudor deslizaba nuestros cuerpos hasta no saber diferenciar el tuyo del mío. Y me acuerdo del sabor de tus labios con mis labios. Y de cómo te arañaba la espalda con la piel que se fundía en gemidos que zumbaban por encima de las nubes.
Recuerdo cómo te dibujaba los oídos de tristes versos, versos que luego no podía recordar.Y cómo tenías en la palma de tu mano toda mi ilusión, mi calma y mi miedo; que solo con apretar y cerrar el puño todo hubiese sido una vaga e inusual torpe coincidencia.
Y me acuerdo de cómo quise alargar la noche, hacerla incluso infinita. Y de cómo al final acabaste partiendo hacia el yugo incomprensible de la vida. Recuerdo el hueco que dejaste en mi pecho, de como te llevaste el único trozo que quedaba de mi ya aplastado corazón. Recuerdo cómo comenzó la batalla esa de querernos, de querernos hasta donde el límite del sentimiento no enmaraña el corazón.



martes, 14 de mayo de 2013

Dejé de quererte.

-Dejé de quererte. Es así de triste y de cruel, pero dejé de sentir amor por ti, o confundí lo esencial que eso conlleva, y no relacione bien los sentimientos entre cariño y amar.
Normalmente dicen que no hay motivos para querer ni tampoco para dejar de querer. Pero en realidad, siempre hay un motivo cuando algo nace y cuando algo se marchita, se muere. No soy el hombre más valiente por ello, pero si el más sincero.
Dejé de quererte, porque tus gestos y tus manías dejaron de parecerme virtudes y comenzaron a ser defectos insoportables, incluso asquerosos. Suena feo, pero es así. Dejé de amarte, porque ya no me parecía fascinante hacer el amor contigo, dejó de gustarme tu forma de bailar, dejó de gustarme la manera tan inusual en la que torcías lentamente los labios para pegar una infinita calada. Tus pechos dejaron de parecerme perfectos, tus manos ya no tocaban como antes, y tus besos lentos me parecían aburridos.
Dejé de amarte, porque dejaron de gustarme las cosas que en realidad nunca antes me habían gustado; dejaron de gustarme las mariconadas de películas de amor, donde siempre acababas llorando, dejó de gustarme las palomitas con sal, porque siempre antes me habían gustado de colores y con azúcar. Dejaron de gustarme los domingos en el sofá, con manta y caricias.
Dejé de quererte, porque empezaste a ser posesiva, a no dejarme salir con los colegas, a quererme siempre para ti sola, empezaste a dar saltos gigantes: pasaste de un par de veces a la semana a casi todos los días; luego pasamos a vivir juntos, a tenernos todo el día. Dejé de quererte porque tú querías casarte y tener la parejita de bebés, con chupetes y pañales incluidos.
Y simplemente dejé de quererte porque dejé de ser yo mismo, perdí mi identidad en uno de los tantos días en los que te iba a buscar, perdí toda mi esencia. Deje de ser aquel que un día conociste.

+ ¿Y qué cojones quieres ahora?

- Quiero volver contigo.Es incoherente, lo sé. Pero la coherencia es de cobardes; es de aquellas personas que no admiten sus errores y no se dejan avanzar. He sido sincero, y esa es la verdadera razón, las verdaderas razones por las que te dejé como un auténtico cabrón tirada y destrozada. Pero con la verdad se va siempre por delante ¿No? Y ahora me he dado cuenta que te necesito. Porque eso que he descrito se llama rutina. Ahora me doy cuenta lo mucho que tenía contigo y lo poco que tengo sin ti.

+ Pero yo dejé de quererte. Porque si tienes todo a manos llenas para entregar, y en ese momento, en ese preciso momento no se grita ni se entrega...Ese momento pasa de largo. Y ahora me doy cuenta todo lo poco que tenía contigo y lo mucho que tengo ahora sin ti. Ahora soy yo y he recuperado mi verdadera identidad, sin ti.


"El tren pasa de largo, cógelo, aprovéchalo. O de lo contrario no salgas más a buscarlo ni corras tras él"

jueves, 9 de mayo de 2013

Me dijo la muerte.

"-Y ahora me preguntas quien soy. ¿ De verdad no te sueno?
He estado ahí cada vez que te jugabas la vida, pero también cada vez que hacías que vivirla mereciera la pena. He estado ahí cada vez que aprendías a valorar lo importante, pero también cuando lo acababas confundiendo siempre con lo simplemente urgente.
Y ahora me preguntas quién soy.
Estuve siempre a tu alrededor, cuando abusaste de los triglicéridos, cuando le pediste la mano a esa chica, cada vez que follaste sin condón. Jugabas conmigo, y yo siempre entré al trapo, nunca te dije no.
Yo te enseñé a conjugar todos los tiempos del verbo preocupar. Y también te enseñé la cantidad de cosas que sí tenían remedio. Yo puse el hasta cuándo para que tú pudieras dedicarte en cuerpo y alma al hasta dónde.
Mientras tanto me he ido llevando uno por uno todos tus mayores, algunos demasiado pronto, pensarás, otros después de mucho dolor, pero lo cierto es que te he ido empujando a ti y a todos los de tu generación a la primera línea de este acantilado sobre el que choca todo el llanto del mundo.
Gracias a mi tuviste miles de oportunidades para darte cuenta lo equivocado que estabas. Pero no te apures. Hicieras lo que hicieras, la respuesta era siempre otra, el final era siempre igual.
Aquí recalan los barcos de cualquier eslora, por vanidosos que fueran. Aquí se igualan todas las fortunas, por escondidas que estén. Este es el principio del olvido y el final de todos los recuerdos.
Soy noticia en todos los telediarios. Salgo en todas las películas que valga la pena. Y no hay libro en el que no se me haga mención.
Hay gente que solo piensa en mí desde que nace, y hay gente que se mete en una misma oficina y me dedica toda su vida, aunque también hay quien actúa como si no existiese, y gente que vive como si le diera igual. Hay gente que incluso se alegra de verme.
Soy quien le da sentido al reloj, al placer, al riesgo, y a la vejez. Soy el fundador de cualquier religión.
Algunos me llaman la Parca, otros la Huesuda o la Pelona, y otros me llaman de ningún modo, no vaya a ser que acuda..."- me dijo la muerte.