miércoles, 29 de mayo de 2013

Bienvenido.

Y no hay otra cosa más que miedo. Un miedo atroz de que me invadan tus ojos de norte a sur, de este a oeste. De que despegues las tantas veces que mi boca estuvo cerrada con miedo a decir te quiero. Miedo a la tempestad que tus manos ya desvelan al tocar. Miedo porque la vida tenga ganas de jugar- de jugárnosla-de que pueda dejarnos tan tiernamente unidos que el equilibro esté tan perdido como de perdida está tu alma buscando otra alma. Ese miedo de chico irresistible, que se desliza por el mundo, caminado sin esfuerzo, conquistando sin tapujos. Miedo por la sal que es efervescente todavía en cada una de tus recientes heridas; a que el mundo sea olido a vida nueva, vida limpia, nuevas flores, nuevas metas...nuevos besos. Porque la línea que atraviesas cuando piensas en mis ganas de mirarte- por la mañana y por la noche- me da miedo, porque tú aún no sabes dibujarla. 

Aún sigo despertando por las noches en las piedras opacas que pueden entorpecer cada paso ligero, fácil pero rápido. Que no voy a arrepentirme de haberte dicho que te quedaras y prepararas algo más que un café, que dispusieras  tu vida entera, en lo ancho y en todo lo largo. Aún así tengo miedo. De que los sazonados momentos te parezcan sosos o insuficientes, sin trasparencia para levantar el jardín de tus gestos al sonreír. De que la almohada no te aconseje como de bien lo hacía otras noches. A que el mundo no parezca mundo, ni la vida sea vida, ni que amor pueda ya definirse, ni que las caricias puedan acariciar, de que sea extraño lo típico, y que sea típico todo lo extraño, en su multitud, en toda su esencia. De que aprender a mirarte sea la constelación más chunga de recibir o de mantener con claridad.
Miedo, a no querer otra cosa más que tus manos con mis manos. 
Y luego supongo que el amor es así, un poco de mierda mental; un poco de miedo al principio y unos cuantos rasguños infectados al final, incurables eso si. 
Pero he gritado fuerte y alto, hasta que aquí en mi garganta no hay escondite para mi voz, que te vayas de mi lado, que sea yo esa alma que la tuya busca, y ¿sabes? Nadie me ha hecho caso, nadie me ha escuchado. 
Así que, bienvenido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario