jueves, 28 de enero de 2016

Cinco.

Después de 140 días vuelvo con enero y con un ejército de silencios. 

Te recuerdo a cámara lenta, momentos en distorsión. Y no creas que he dejado de caer. He querido escribir como mínimo 2 veces por día, pero todo tiene tu nombre. Me he cansado de esconder bolígrafos. Escribir-te es besar de nuevo el desorden. 
Ya nada tiene lucidez. Los días son otro epígrafe de  de tu vida perfecta, yo sigo siendo una indigente emocional alérgica a la utopía. 

Cada día muero un poco más rápido, un poco más estricta. Sigues siendo todos los poemas que aún me quedan por escribir. La vida es un insípido mordisco, un eterno trago de ti, una incansable antología de nosotros. 


He vuelto a ser la chica que pierde el equilibro. Y que ahora siente vértigo no sólo cuando mira hacia abajo, sino cuando mira hacia atrás. Y prefiero ser valiente y reconocer que todo lo que te echo de menos es culpa mía. Mi corazón  va sobre ruedas como nunca, no sé si peor o mejor. Diferente sin dura. Las metáforas son sólo una mala forma de decirte que aún te quiero, una forma estúpida de perder el tiempo disfrazando en prosa triste esta catástrofe.

Como diría Leiva, hace tiempo que me estallo a tu salud. Hace rato que has vuelto a ser oxígeno, mucho tiempo hace ya que estoy enamorada de este desastre, que decirte adiós tantas veces es la nueva forma de no dejar que te vayas de mi mente.

El frío sigue siendo ausencia de ti, no sé si tus manos siguen acordándose las mías. Pero ojalá. Y lo llevo bien, mal o mejor dependiendo del minuto. Y sé que para ti olvidarme ha sido cosa de periodos de una par de noches. 

Planear estas aspiraciones autodestructivas está siendo el prólogo de un principio ya acabado; vivir es un suspiro vano, y ser tu octava maravilla sigue siento un anhelo ya olvidado. 

Pero, dime ¿Qué hago yo sin mi propio Sol?


Cartas de la chica Simiesca. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario