domingo, 9 de agosto de 2015

Dos.


Hola, adicción. 
Sé que has venido para quedarte, sé que ya no puedo echarte, sé que si algún día decides irte será para retornar a mi en forma de perfección, sublime y elegante, haciéndome ver que sin ti la vida es de otro color diferente a los extremos que más me gustan.
Ya lo sabes, has llegado como un relámpago: asustando y cegando al mismo tiempo. Y sé que meterme en tu abrazo suicida es quedarme a vivir en un mar estando repleta de heridas. Dueles pero curas al mismo tiempo. 
Qué bien sienta esta autodestrucción. Meterme en tu tornado y pensar que no hay miedos en ti. Pero los hay. 
Qué bonito vivir muriendo en tus brazos; que cada vez que sufres algo se apaga en el mundo, y me apago yo con él. Yo, que siempre he pensado que tenía luz propia.
Qué bonito suicidarme en tu cama, dejarme sentir humana. Yo, que siempre he pensado que era de otro planeta. 
Qué bien me sienta encangrenarme la piel de los versos de tu boca; qué bien te sientan las noches crudas en mi piel desierta; deshidratada de mi.
Oblígame a hacer las cosas mal, corrígeme si las hago bien. Quiero vivir en lo incorrecto de lo normal, quiero sentir en el desfase del amor caótico. Quiero que me quieras de vez en cuando. Yo también te querré a veces. 

Y sentir que te pierdo es encontrarme otra vez, como si nunca me hubiera extraviado, como si siempre  hubiera sido narcoléptica de tu espalda desnuda, de tus músculos poetizados por expertos; sonetos tristes de la primera noche, ya sabes.
Pero si vuelves a perderte dime, ¿Qué hago yo sin mi propio Sol?

Cartas de la chica simiesca.




No hay comentarios:

Publicar un comentario