viernes, 24 de mayo de 2013

Pobre.

Nadie sabe ni entiende su dolor, en su interior hojas secas traídas desde el desafío del olvido, del chasquido del ayer. Cansado de querer, de querer por encima del propio amor; drogado de los aromas y del espectáculo que destapa su función. Se confunde en las olas del abrazo de su guiño, cómplice, compañero y traicionero. 
Bohemio, soñador, iluso, rey del aire  que respiras sin cesar. Pobre corazón, no importa su opinión, ni hay cavidad para su voz, ni en las sombras, ni tras el estruendo del eco del bombeo del motor.
Pobre corazón, solapando los trocitos que alguien le dejó, sujetando la brisa y la falta de sonrisa. Pobre, "que aún no teniendo siempre ensaya su dolor", que se prepara para la próxima actuación, que ya ni los muros le bastan para tapar y forjar aquella antigua batalla, esa que tú le dejaste-que aún le dejas- Aquellas patadas directas, de dolor, de desamor, de tu incansable no. Pobre corazón, que de tanto mirarte se ha quedado ciego, de tanto y tanto jugar a este juego. Que no soporta ni aguanta llevarte, acomodarte en su sillita, reservarte el mejor sitio solo para ti. Pobre, que nada ni nadie, ni tampoco el tiempo acude a sus heridas. Que ya ni los dardos de tus te amo, ni de los cristales que clavas en las caricias cuando duerme, le resultan la chispa que debería encender el mundo y todo lo que hay en él. 
Pobre corazón, que de los huecos de oscura soledad que has dejado has convertido su rojo en un negro sin ganas, sin rastro de tu olor-ni de tu voz-, sin sillas para acomodar, ni lugares secretos en él, pobre, que cuando te fuiste te llevaste su último trozo, envuelto en su fina y desangrada piel.



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