La vida me parece ahora el hogar más oscuro.
Que de ti a mí los valles son completamente frondosos; donde en tu espalda
el peso de la pena sigue sin ser suficiente para no ver sobre el cristal las
mil-o más- mareas que te quedan por cruzar, porque ¿Quién sabe? tal vez se haya
vuelto opaco, de tantas veces que lo has tocado, eso sí, en la distancia.
Que el mundo se me queda grande porque en las hojas secas que nacen de
nuevo en tu interior no hay salida, ni bocanada para hacer de todo algo
bello.
Y me doy cuenta de que en realidad nunca hemos sabido llevar esto con
elegancia. Que me he vuelto gilipollas, o que me he enamorado si te parece más
sutil. Que te he arrancado uno a uno cada gramo de paciencia, que surgía en tu
inocencia de niño, o eso me decías tú.
He versificado todo ese ruido que desprende tu amor, tanto como para no
necesitar más que el aire de tu boca, tanto como para que las rosas de esta
mierda de primavera olieran diferente, olieran especial.
Y que difícil me parece socavar en el alma del reloj de tu memoria, ese
reloj que va y se mueve siempre cómo y cuándo tú quieres; que complicado me
parece que puedas anidar las ansias de morir, de morir aquí conmigo, porque la
muerte es tan bella como lo es la vida, igual de perfecta.
Dejar de ser es también bonito, y tú y yo hemos dejado de ser. Ya no somos
dos lobos feroces en los que para cada uno y de forma recíproca éramos
la oveja más ilustre y solitaria del planeta, para devorarnos mutuamente,
para no dejar nada más que ese hilito de aire que se queda suspendido escasos
minutos en el vacío para decir: ¡una vez más! Ahora somos el
misterioso miedo ilustrado en cada uno de nuestros ojos en pesadillas negras y
tristes.
Que no vamos al unísono, tu reloj va cuatro minutos por encima de mío, y es
el tiempo justo en el que tus manos se cansan de llevar consigo el absurdo y
áspero momento que el ayer nos vomitó, de mala manera, con malas formas. Como
el empuje a esa cala vacía y calmada en la que ya estuvieron tus ganas y las
mías, juntas, jugando a hacerse daño, jugando a ser algo que nunca antes habían
sido, acostumbrándose a buscar lo que les gusta mirar y no dejar de mirarlo.
He notado que para ti el tiempo también pasa, y he sentido que eres también
humano y que te duelen esas cosas que como un chico duro nunca pensé que te
dolerían; fíjate que tonta he sido, que he aprendido a quererte demasiado
tarde, con demasiada calma. Y sé que por las venas de tu cuerpo la sangre es
insuficiente porque necesitan de su droga. Eres drogadicto del azúcar de mi
boca, de la miel de mis labios.
Pero yo he deshecho todas las almas aglomeradas que se asemejaban a la
impaciencia convertida en puta, que me absorbe, que me hace explotar en toda mi
expansión, todo lo lejos, donde tus ojos jamás llegarán.
Me he acomodado en la onda de todos tus desperfectos, esos que un día otra
te rompió; estoy acostada en cada uno de los poros de tu piel, esos que tanto
me gusta oler, que tanto me gusta encontrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario