Soy una mala perdedora,
que se le va a hacer...Me levanto cansada con la mirada prácticamente instruida
hacia dónde mirar, hacia que ver; directamente me regodeo entre unas sabanas
que con sutileza me abrazan agobiantemente. Decido no pensar, decido no sumergirme
en ningún tipo de idea, o esencia, decido que es mejor parar de vez en cuando,
y preguntarte qué hacer con tu vida.
Ya te lo dije, lo siento, la vida no es un cúmulo de casualidades, la vida es
una putada. Y me doy cuenta que es ahora
cuando te necesito para darme un buen consejo, porque mi mente ya no está
capacitada para pensar por sí sola, me abruman las ideas juveniles que todos a
esta edad tenemos.
Ya lo sabes.
No hay ni una sola noche en la que no sueñe contigo, y eres la causa del temor
a adentrarme el interminable mundo del descanso, más bien a mi me agota. Me
agota soñar contigo, me agota querer tocarte y no conseguir más que un roce,
que a la mañana siguiente es una ilusión vana, que se va, que se esfuma, que no
vuelve.
Los días parecen anormales, parecen extraños. Y ahora lo veo claro. La rara soy
yo.
Tú que te reías conmigo cuando yo lloraba, yo que escribía poesías el día de tu
cumpleaños, tú que sabias que tendría el don de expresar los más afines
sentimientos a través de la palabra.
Siempre decías: “ten fe”, y yo, que no entendía nunca su significado te decía: “explícamelo
una vez mas”; y tú cansada me repetías: “La fe es la creencia o la confianza
ciega en algo o alguien”, y que rarezas, sigo sin entenderlo. No creo en ella.
No me acostumbro a estar sin ti. Siempre seré como tú, una ilusa soñadora que
sin alas le gusta volar, que quiere cosas que nunca nadie podría pensar, que
piensa más de lo que debería pensar.
Ya lo decías: “las
grandes personas se llevan en el corazón” y ahí es donde estás tú.
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