viernes, 1 de marzo de 2013

¿Dónde estás tú?

Una puerta de un cristal irrompible se abre de par en par para dejar paso a las muchas personas que vienen a disfrutar de un aroma de un café perfecto. En su interior la multitud se hace extrema. Hay mesas de madera, color marrón oscuro, a juego con las sillas, algo incómodas he de decir. Otras situadas al lado de las grandes cristaleras que dan a la calle, son pequeñas mesas, redondas con un círculo grande de cuero; les acompaña unos sillones, esta vez cómodo ,con un respaldo lo suficientemente agachado para pararse a pensar y dejarse volar. Son de unas líneas verticales, marrón oscuro, marrón claro, y verde caqui. Sin embargo hay otras, en menos cantidad de color morado de un terciopelo para nada suave. La luz es tenue, incita a la tranquilidad. Es un buen lugar para reír, relajarse e incluso llorar, si se requiere. Del techo cuelgan unos cables negros, que acaban con una lámpara cóncava amarillo pastel. También en el techo hay unos tubos grandes, gruesos y negros, de algún material parecido al acero, se dirigen de manera irregular a la calle; creo que son extractores. Unas columnas se posan alegres en mitad de la cafeteria, interrumpiendo algunas miradas. Supongo que no serán ningún punto de apoyo. Es parte de la decoración. Unos cuadros abstractos decoran una pared roja granate, color sangre más bien. Justo al lado hay una estantería repleta de tazas, café molido y una gran cantidad de objetos que regalarte, si te apetece. La comida se encuentra atrapada en una vitrina de cristal algo opaco. Lo dulce resalta sobre lo salado. La gente es golosa. De forma paralela, encontramos el mostrador. Al fondo unos jóvenes, apuestos, atienden a la clientela con una amplia y profident sonrisa. Detrás de ellos cuelgan unas pizarras con la variedad de café y té que se puede pedir.
Yo disfruto de un frappuccino de mocca. Perfecto ahora, para hacer balance y respirar.
Así de fácil la gente encuentra un hueco, aunque minúsculo y efímero tiempo, para sonreír y olvidarse por completo de la fauna rara que nos espera tras salir de este confortable y apacible lugar.
Yo estoy aquí, tú allí, otro en cualquier remoto y alejado lugar, mucha otra gente en otros bares u otros sitios encerrados, sea como sea, hoy, ahora, parece que es lo único que nos queda, calentarnos las manos con un café recién servido, en una taza maltratada por el tiempo y las manos que tocan su material.
Últimamente parece difícil sonreír. Si, no voy a negar lo evidente. Pero peores tiempos nos aguardan, y siempre podremos girar la cabeza y recordar que tantos baches fuimos capaces de saltar. Lo único, natural y coherente que nos queda es valorar lo que tenemos, da igual si es mucho o poco.
¿Dónde estás tú?

" De lo que sea que pidas, pide dos"





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