viernes, 22 de marzo de 2013

Sabes.

Decir que te echo de menos sería, sin duda, ser injusta contigo. Dicen que cuando te encuentras cercano a la muerte, que cuando estás en momentos más que arriesgados puedes ver a la gente que un día se fue de tu lado. Eso dicen. Hubo una vez en la que me introduje con el menos aire posible dentro de un mar demasiado calmado y muy poco enfadado; espere hasta que ya casi no podía resistir, hasta que sentía que mi alborotada cabeza quería estallar, espere el momento en el que deseaba pegar una bocanada de aire que se hubiera resuelto con un encharcamiento claro y directo de salada agua. No apareciste, no pude ni visualizarte en mis últimos pensamientos. Al final salí del agua y recuperé la noción del tiempo. Siendo franca, si lo pienso me daría bastante miedo encontrarme de nuevo contigo, tal vez por eso no vienes, tal vez sepas que la locura se adueñaría más aún, si cabe, de mi.
Pero en cambio, noto tu presencia continuamente persiguiéndome, aquí a mi lado, en cada fallo y en cada acierto. A veces, cuando siento que estamos a solas, me enfado, grito y lloro desgarrandome la voz, te culpo infinidad de veces por haberme dejado ante la adversidad de la vida tan sola, por haber tenido esas ganas de irte de una vez, te culpo sinceramente por haberme dejado hoy día todavía muy tocada. Luego, vuelvo a coger aire y de una manera completamente ida te imagino explicándome la vida; me dices que las cosas son como deben ser, que no hay un porque claro para nada, me convences de que las cosas malas al final acaban siendo buenas. Te imagino acariciandome dulcemente, como ya casi no me acuerdo, y dándome un perfecto y cálido beso mientras dices: "buenas noches princesa". Pero siempre acabo recuperando la cordura y los golpes directos de la asquerosa realidad, me recuerda que todo esto son eso, imaginaciones, ilusiones.
Pero ¿sabes? Lo que más pena me da, es que ya prácticamente no puedo recordar tu sofocada y predecible voz; no recuerdo si tenías un acento diferente, ni tampoco recuerdo si cuando decidías enfadarte tu voz cambiaba en diferente armonía, ya no me acuerdo. Ni tampoco logro acordarme de tu sonrisa, en realidad no me acuerdo de si solías sonreír. Eso es lo que verdaderamente me da pena.
Lo real es, que de cierta manera, la percepción que tenía del mundo antes de irte es muy distinta de la que ahora tengo. Puede que simplemente haya crecido, madurado, o puede que el enfado tan grande que hoy día aún tengo contra el mundo me haya empujado libremente a tener prisa por vivir. He dejado de preocuparme por cosas que al final carecen de importancia y me preocupo por cosas que claramente rasgan y estropean el corazón.
No sé si estás aquí conmigo o no, pero he de decirte unas pocas cosas por si resulta que realmente ahora mismo estas leyendo lo que escribo: por mucho que en mis sofocadas, tristes, melancólicas y gruñonas noches te culpe por la mayoría de mis lágrimas, sabes, en el fondo, que nunca podré estar realmente enfada contigo porque sé, en el fondo también, que aunque demasiado a menudo nuestras conversaciones del pasado se basarán en tus pocas ganas de vivir, ahora te arrepientes de haber dejado esa desconsolada sensación de ti en mi. Se que sabes que nada ni nadie podrá nunca darme las cosas que contigo nunca he tenido, que aunque mi vida haya estado bien gracias a un apoyo tan parecido a una madre, tu lugar nunca jamás podrá ser restituido, pues es verdad eso que dicen de que madre sólo hay una.

Por las noches en mis atrapadas y busconas sensaciones negativas, mi ser se convierte de nuevo, en una persona ida y loca y que no recuerda sino que, de manera rara, imagina cosas impredecibles, ofuscadas, oscuras pero cristalinas y sobre todo en la vigilia, las mejores conversaciones que en vida nunca me diste. En mis imaginaciones locas me das esa sensación de caer al vacío, esa felicidad que a nada se parece. Hablo largo y tendido contigo. Cuando rompe en día, todo sigue estando como de costumbre. Tú en la más grande y brillante estrella. Yo en el más ruin y sucio planeta. Y es entonces cuando desearía seguir siendo la chica más loca del mundo, para poder imaginarme siempre volando contigo.

Nuestro seres queridos se quedan aquí, para protegernos. Simplemente se quedan al lado de aquellas personas que un día amaron.

No hay comentarios:

Publicar un comentario