Hace días que te da por pasearte por mi mente. No avisas, no
llamas, no solicitas permiso, no lo haces con amabilidad, simplemente te posas
cruelmente aquí, en mi aglomerada y ya cansada mente. Siento la zozobra de tus
recuerdos azotándome en la mañana, y con los golpes secos de tu oscura mirada
me despiertas. Vuelves a traerme lo que un día fuimos, todo aquello que
incondicionalmente nos dimos. Es curioso, a menudo cuando das algo sin
condición lo haces locamente, sin mirar si quiera los corazones que puedes
romper; pero es precisamente cuando haces lo que verdaderamente tus intenciones
quieren, con el margen suficiente para actuar en movimiento. Pero claro, un
día la realidad se hace notar, y te toca recoger los corazones que rompiste.
Etapas, en las que
a veces deseo no haberte conocido en la vida, no haber coincidido con tu
mordisco de manzana verde y ácida, no haber inclinado mis ojos hasta el final
de la clase, ni sentarme a tu lado durante un curso tan fácil y completo como
capaz de cambiarme la vida. No haber conocido tus ganas de luchar, tus
lágrimas, ni haber sabido aguantar un deseo feroz, pasional y de seco amor.
Etapas en las que te odio, en las que noto la presión socavando lenta pero
inexorablemente en mi ser. Tiempos en los que todo el mundo va al revés, donde
el calor se hace frío, y el frío calor; donde de noche estoy despierta, y de
día deseo dormir; donde lloro cuando debería reír, y me río por cosas que
deberían hacer llorar. Días en los que el mundo completo se hace una bola tan
apretada, tan densa, tan gruesa y dura, que es imposible salir a flote. Días en
los que los océanos se ciernen peleando sobre mí, y donde el aroma del paisaje
con lavanda recién cortada es un olor repugnante y asqueroso. Donde el sinsentido cobra más que nunca un bonito sentido. Son las épocas en las que más
lejos te veo, en las que otras ganas te dan los abrazos que yo nunca te di. Soy
egoísta.
Luego hay otros
días, otros tiempos, otras etapas en las que me dedico a desatar los difíciles
nudos que en los otros días había apretado para nunca ser desechos. Me cuesta,
pero siempre lo consigo. En esas etapas, me doy cuenta de que te he querido,
más incluso de lo que fui capaz de demostrarte; y el amor es así, tan pronto
llega y te haces de hierro fuerte y capaz de saltar todos los muros, como de
repente se va, se esfuma, no vuelve y te haces de algodón, capaz de absorber
todas las penas del mundo. En esos días me doy cuenta que es así como mejor
estás, y que el amor debe dar eso, que cuando algo se acaba no debes odiar,
debes desear que esa otra persona tenga las cosas que contigo nunca tuvo. En
ese tiempo me doy cuenta que hace ya mucho que los caminos tomaron
rumbos diferentes, que no comparten ni si quiera las mismas intenciones. Tú
camino lleva un reto escrito. El mío cambia a cada paso. En esas etapas
reconozco que estás mejor cuando yo no estoy cerca de ti, para corromperte y
lastimarte. Lo reconozco. Tú en tu sitio. Yo en mío. Reconozco
que lo mejor que pudo pasarme es que fueras más inteligente y maduro que yo, y
decidieras, entonces, soltar las cuerdas que tan fuerte nos apretaban una vez;
decidiste tener un corazón vacío en lugar de un corazón herido
"Puedes
decidir pasar al ataque y repartir golpes o puedes hacer las maletas y admitir
la derrota"
Inspirado en un
viejo amigo.
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