El otro día me mordió,
estiró con sus dientes mi labio inferior y lo atrajo lujuriosamente hacia él,
con ese sabor a sexo que su boca tanto tiene.
He susurrado que la
vida es para soñar, para volar y me ha dado lo mismo ser quien vigila tus
noches a cambio de que me muerdas al menos una vez cada minuto, no es mucho si
lo piensas ¿No?
El problema es que tus
besos son una digna nicotina, de esas que enganchan enseguida, de esas que
cuesta anegar. Siempre recorren mis ganas y rompen en mis gemidos. Son la
energía más potente que jamás he probado, envuelven mi mundo y lo convierte en
un habitable y socorrido lugar con jardines donde nuestros cuerpos se deslizan
uno sobre el otro, placenteramente.
Yo me pierdo en tus
gestos y abrazo tus miedos mientras tú te encargas irremediablemente de
despertar los míos.
Tus besos son la puerta
del abismo, que me llevan primero a caer hacia la nada, hacia lo oscuro y luego
me golpean el pecho fuertemente y me hacen ver los colores fluorescentes de la
vida.
He oído muchas veces que
besas bien, pero en el fondo sé que tu boca es diferente; no me preguntes el
porqué, pero a veces tu lengua me hace creer en cosas sobrenaturales porque
cuando recorre la mía o incluso mi cuello las penas se desfallecen, todos los
males son restituidos y perdóneme usted, pero eso es magia da igual que lo
mires por arriba o por abajo, incluso al revés.
Tus besos son puro efecto
calmante, un cachete en los sustos, un golpe en la incógnita, un susurro en la
brecha de mi corazón, un pellizco en la tormenta de mi mal humor; tus besos son
los versos que mis dedos te dibujan en la espalda cuando duermes, la rima de la
ilusión, el desperfecto atardecer que sueño yo, el apretón de la melancolía y
el amargo sabor de tu partida.
Un beso tuyo, amor, es el
puro análisis de la mortalidad y de la vida al mismo tiempo, a partes
iguales, amar y odiar en la misma puta línea. Me quitan el aliento pero luego me
recrean de nuevo en la belleza de vivir.
¿Sabes cuál es el
problema? Que vivir sin ellos es como nadar en un océano sin salida, recorrer
mares del tiempo sin minutero, es como soñar sin dormir, volar sin motores, es
como buscar la luz en la incansable oscuridad y no sólo no encontrarla sino, además, apreciar lo bonito de las cosas que no se ven y valorar las cosas
incoherentes que se sienten.
El problema es que ya no
puedo sobrevivir sin ellos, que me muero sin ellos. Son mejor que cualquier
droga que te puedas imaginar.
Tus besos con los
míos son el onírico universo que se encarga de trasegar el cálido abrazo de tu
piel desnuda al frío abrazo de mi piel vestida.
Juntos hacemos volar el
amor hacia dentro, por encima de los nudos de tus deseos. Una mezcla explosiva
pero necesaria para subsistir.
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