miércoles, 31 de julio de 2013

Niño grande.

Aquella era una noche tibia, ya sabes, de esas en las que el calor se apelmaza queriendo escupir unas pequeñas gotas, que sólo ensucian, que sólo marcan. A mi me daba lo mismo mojarme o no, en realidad ignoraba por completo incluso que tiempo hacía, que día era, en que mes estábamos, que hora corría, hasta  no sabía ya si mis pies seguían erguidos en el suelo de esa playa escasa de arena artificial.
Tú, como un niño te asustaste ¿Recuerdas? querías escaparte y creo además que llegaste a pensar que el agua del cielo era lluvia ácida y peligrosa. Creo también que luego te refugiaste en mis brazos.Quizás.

Si, aún me viene el olor de tus labios buscado desesperadamente un cómplice jugador, con el que aplastar la flor de tu ser. Me viene el recuerdo de los niños corriendo, mientras tú sonreías con espasmos, de esa manera tan tuya y luego me decías "abrazame" Es imposible olvidarse de eso ¿No crees? 

Recuerdo como dejaste tu estela en esa playa y a esta chica loca en las olas. Tus piernas y las mías jugaban a enredarse en un sinfín de nudos marineros mientras pensábamos que de no ver a nadie, nadie podía vernos.
Era una noche en la que los lagos de tu atardecer contemplaron el viaje hacia la novedad, hacia donde nada se conoce, hacia donde no sé que encontrar. 
No puedo olvidarme de cómo me descosía el mundo y tú lo volvías a intentar atar con los hilos del nuevo amor que a manos llenas me entregabas como si la vida fuera un músculo de mi caparazón. Aún no sabías que el amor era difícil ¿No? Que no sólo bastaba con apretar mis dos mofletes y dirigir hacia ti mi boca, y morderla, beberla, saborearla... disfrutarla. Aún desconocías esos bisturíes que están apelmazados esperando rasgar únicamente toda tu alegría, sin compasión. Todo brillaba repleto de imperfecta sintonía, de incompleto sello con el que cerrar las cartas del camino que fabrico yo, que destruyes tú. 
No puedo no recordar tus manos, pecado del abismo, clandestinidad de mi destino, calamidad de mi pesar, recuerdo de mi  pasado y salvadoras de mi futuro. 
Recuerdo cada anochecer las palabras muertas:

 - Entonces dime, ¿Quieres ser mi novia? ya sabes, ser solo mía... - Parecías un niño grande jugando con palabras mayores. 

+¡¡No!! - Dije casi sin pensar, con esa manía mía de hacerte sonreír, incluso en esas cosas que carecen de gracia. Y así no reíste.- Que era broma, idiota, claro que quiero.

Tu gesto apagado y desconsolado no tenía ganas de jugar.

- Sara, la primera idea es la que vale, el tren sólo pasa una vez. 
 
Recuerdo como te cantaba perdones y musitaba lo siento, como recitaba que era broma y tu balbuceabas no creerlas. 

Y recuerdo eso de "El tren solo pasa una vez". Y tanto que si. El otro día te pedí que te casarás conmigo, recuerdo como me dijiste "Ahora ya es tarde".

No hay comentarios:

Publicar un comentario