(...) Si, esa era la historia de una chica que se pudrió con las
drogas. Vivía un mundo extrañamente paralelo, no se entendía con el Sol y se
amaba con la Luna. Su hogar fue siempre el lavabo de cualquier ruin bar, donde
el blanco y su cerebro compartieron los delirios más siniestros.
Paseaba por las calles de Madrid con el cuerpo acelerado,
con su corazón pidiendo a gritos ser salvado. Bailaba con la melancolía, se
abrazaba con su pena, besaba en la mano a la tristeza, arrancaba la raíz de su
último pétalo, de sus últimos días, lloraba junto a la quimera, mientras
dibujaba sus tres cabezas y se creía una diosa de la mitología griega; quién
sabe, puede que el mundo le pareciera más sencillo o más divertido, quizás.
Nadie la entendía, porque era diferente y se moría. Nadie la
quería porque aullaba al tiempo y no sentía, porque suplicó a la tierra su
partida.
Sus pasos acelerados se arraigaron al culo de su última copa, se
bebió el mundo porque no controlaba la fuerza de su ímpetu, ni el talismán que
tiene la vida.
Estuvo pidiendo una mano con la que caminar, sobre la que poder
posar la suya, para seguir por un mejor y diferente lugar; todos le dieron la
espalda, todos dejaron que se fuera.
Y ella simplemente se dejó vencer, porque resulta difícil
coger a alguien que ya está en caída ¿Sabes? Era muy lejano poder parar la
caída de alguien que estaba tan arriba, porque así siempre duele más ¿No? contra
más arriba, más te estrellas y más te descompones, princesa.
Silbó como pudo a la luna,
dibujaba pompas de papel,
arropaba la pena en su cuna.
Peinó su pelo de carbón,
para morir guapa
con su negro corazón.
Esbozó con su ala a volar ,
con el pincel pintó
el camino de su soledad.
Y expiró su ser,
su último alarde,
antes de enloquecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario