miércoles, 3 de julio de 2013

Fin.


(...) Si, esa era la historia de una chica que se pudrió con las drogas. Vivía un mundo extrañamente paralelo, no se entendía con el Sol y se amaba con la Luna. Su hogar fue siempre el lavabo de cualquier ruin bar, donde el blanco y su cerebro compartieron los delirios más siniestros.
 Paseaba por las calles de Madrid con el cuerpo acelerado, con su corazón pidiendo a gritos ser salvado. Bailaba con la melancolía, se abrazaba con su pena, besaba en la mano a la tristeza, arrancaba la raíz de su último pétalo, de sus últimos días, lloraba junto a la quimera, mientras dibujaba sus tres cabezas y se creía una diosa de la mitología griega; quién sabe, puede que el mundo le pareciera más sencillo o más divertido, quizás.  
Nadie la entendía, porque era diferente y se moría. Nadie la quería porque aullaba al tiempo y no sentía, porque suplicó a la tierra su partida.  
Sus pasos acelerados se arraigaron al culo de su última copa, se bebió el mundo porque no controlaba la fuerza de su ímpetu, ni el talismán que tiene la vida. 
Estuvo pidiendo una mano con la que caminar, sobre la que poder posar la suya, para seguir por un mejor y diferente lugar; todos le dieron la espalda, todos dejaron que se fuera.
Y ella simplemente se dejó vencer, porque  resulta difícil coger a alguien que ya está en caída ¿Sabes? Era muy lejano poder parar la caída de alguien que estaba tan arriba, porque así siempre duele más ¿No? contra más arriba, más te estrellas y más te descompones, princesa. 

Silbó como pudo a la luna,
dibujaba pompas de papel,
arropaba la pena en su cuna.
Peinó su pelo de carbón,
para morir guapa 
con su negro corazón.
Esbozó con su ala a volar ,
con el pincel pintó
el camino de su soledad.
Y expiró su ser,
su último alarde,

antes de enloquecer.

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