miércoles, 17 de abril de 2013

Un par de veces cada hora.

He pasado todo el día recordado tu nombre. Me he percatado de lo muy presente que estás en cada uno de mis días. Creo que no soy capaz de no acordarme de ti por lo menos un par de veces cada hora, y si lo piensas eso son muchas veces al día, muchas veces a la semana, al mes y al año. Es como algo que ya siempre estará sujeto a mi de por vida, son como las rosas, que están llenas de color y de alegría, pero que, paradójicamente, llevan consigo algo oscuro, triste, algo que les pesa, unas espinas que para nada pegan con su rojo sangre. Tú pinchas de igual modo en mi, en mi corazón, en mi mente, hasta a veces pinchas el gesto de mi cara; se me rompe rápidamente la sonrisa y la alegría, el sol, la primavera, las flores... Todo se rompe si pienso en ti, yo me rompo también.
Ese es el problema de los recuerdos, que normalmente nos entristecen, cuando en realidad deberían traernos con el aire aquellos bonitos momentos. Pero eso es difícil, porque aquello que se recuerda es aquello que ya no se tiene y resulta muy complicado no sufrir por algo que sin la más implicación y consentimiento se ha ido de un plumazo de tu mundo.
Pues sí, pienso mucho en ti, de como en realidad la vida ya no tiene demasiado sentido.
El asfalto es más lúgubre y gris que antes, odio los ojos claros, cristalinos, porque me empujan a un abismo tan doloroso que no puedo ni respirar; la primavera no es primavera porque es entonces cuanto tú te fuiste, el calor que viene a darnos un respiro a mi me parece asqueroso y sobrante, ni tampoco me gustan ya las florecitas que nacen alegremente, tú fuiste la flor más hermosa, que se dejó marchitar cuando el resto quisieron nacer y vivir. Me da miedo, además, tocar todo eso que con tu juventud deberías tocar ahora, me da pena sentir aquellas cosas que como una gran putada tantas pocas veces sentiste tú. Siento, en lo más profundo de mi, culpa, porque yo aborrezco la vida, esa que tú si merecías. Hay muchas veces en las que me pongo tan triste que pido que vuelvas, que te imploro que regreses para reírte hoy aquí conmigo, que me muestres tus hoyuelos y tus ganas de patinar con tu ropa quiksilver; que te pido que me digas las cosas que eran tuyas y mías, sólo nuestras. Y al final acabo dándome cuenta que el efecto que siempre ya estará en mi de ti es tan potente que el protagonista de mi libro se llama como tú.
Si, lo sé, la vida es así, así de mierda o de bonita, según se vea. Según se vea porque a veces es vergonzoso como hace falta que las personas se vayan de nuestro lado para saber lo mucho que sentíamos por ellas, y lo estúpidos que somos por no haberlo dicho nunca. Mierda por no poder decirlo y bonita porque esos sentimientos salen hoy a la luz.
Una pena que no se me de igual hablar que escribir.
Hoy me he acordado mucho de tu nombre...

"Lo que he aprendido a lo largo de mi vida, es que cuando algo se cruza en tu camino, debes tomar una elección: enfrentarte sin miedo a perder, o rodearlo y adaptarte. Pero tienes que hacer una de las dos cosas para poder seguir"

Una vez alguien dijo: "Vive cada día como si fuera el último, por que un día de estos lo será"



No hay comentarios:

Publicar un comentario