miércoles, 10 de abril de 2013

Desde cero.

El problema de las historias que no se acaban en su totalidad, es que se corre el riesgo de que vuelvan a repetirse una y otra vez(...)


El avión salía a las 14:03, una hora encantadora, justo la excusa perfecta para que pudiera comer mucho antes. El cielo había querido darle un pequeño respiro, aunque a lo lejos se dibujaban unas nubes totalmente blancas, como el algodón. No traían agua. Sin embargo en la ciudad hoy se respiraba cargado, ni las flores de la primavera daban un giro al humo de los coches. El ambiente estaba ofuscado, cansado. En Valencia la primavera no le resultaba nunca demasiado acogedora, sobre todo porque la soledad sale cuando el calor entra. Eran entonces las 8:00 de la mañana; ella encendía un cigarro, se asomaba tímidamente a la ventana de su perfecto cuarto, y daba unas grandes caladas, quería fumarse el tiempo. Justo a la misma hora él retenía un suspiro mientras la cama era el lugar más maravilloso del planeta.
Cuando terminó su cigarro de la muerte, preparó café, exquisito, de una buena y en armonía mezcla; luego, en cambio, dejó que se enfriara en su taza étnica color rosa. Hacia ya una semana que había preparado su maleta. A menudo sacaba prendas de todo tipo, se enfadaba y las arrojaba al armario, al cabo de escasos minutos volvía a doblarla y a introducirla en su compañera de viaje.
A las 12:00 en punto salió de casa, sin maleta. Empezar de cero es realmente eso, desde cero, desde la nada, transparencia y nada más. Justo a la misma hora él comía una pizza procuito funghi, demasiado cruza para su gusto, acompañaba su paladar con un trago fresco de cerveza.
Llegó al aeropuerto justo a las 12:40, para entonces ya se había comido, a desgana, un sándwich de huevo, mayonesa y jamón york. A las 13:45 todos los pasajeros ya estaban acomodados en sus asientos. Un ligero olor a mandarina perfumaba todo la estancia, incluso producía dolor de cabeza. En todo el avión habían 7 niños, de diferente edad; la mayoría emocionados por poder volar. 7 niños... Justo las mismas veces que el corazón del chico se había acelerado.
El avión despego con vehemencia y sus oídos quedaron largamente taponados. Tres azafatas se paseaban por todo el pasillo ofreciendo multitud de cosas para hacer más llevadero el viaje. Exactamente 3 lágrimas fueron las que salieron de los ojos del chico. Luego las retuvo, todo lo que pudo, para una mejor ocasión.
Pasadas dos horas y media el avión tenía nueva casa: Roma.
Las calles se alzaban petrificadas ante sus pies, en Roma el aroma era bien diferente, el tiempo era más frío, si, pero aquí cada uno siempre estaba en su lugar.
Cogió un tren rumbo a la estación Termini; justo a un par de calles se encontraba su hotel: Positano, esperando para acogerla hasta que finalmente decidiera donde vivir.
El olor de pizza recién horneada le devolvió el apetito. Había una cantidad importante de bares y restaurantes perfectos y diferentes.
El hotel era justo como esperaba. Ninguna sorpresa. Subió hasta la habitación número 11, justo el mismo número de rosas que le esperaba tras puerta... 11 rosas y el chico. Las lágrimas ya no pudieron ser retenidas...

-¿Qué haces aquí?

+He venido a luchar por ti...

-¿Cómo dices?

+Tú llevas 3 años luchando por mi, ahora me toca apostar por ti, luchar por ti. He venido sin nada más de lo que tus ojos pueden ver, he venido para empezar de cero, y estar contigo, para que tu vida sea la mía...

(...) Acabar una historia, a veces, no significa poner punto y final, sino consolidar aquello que pensaste que podría tener fin. Muchas veces apostar fuerte significa también finalizar algo, como acabar con tus miedos, con tus dudas, con tus inseguridades, con tus problemas... Así puedes empezar un nuevo capítulo.
Esto es un nuevo capítulo de dos personas que un día quisieron poner fin, para acabar con todo, cuando realmente debían acabar con un millón de cosas más. No se si este capítulo será bonito, no se si este capítulo acabará bien, tampoco sé como seguirá; sólo se que se llama "doscientos siete"










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