Esta es la penumbra de
este octubre, con sus hojas pelirrojas adornando mis botines, la lluvia de
media hora que moja mis encantos y me recuerda tu partida. Este es el mundo de
mi obsesión y que como ves, no tiene solución.
He notado esta noche como
me he ruborizado ante un beso imaginario, me siento pequeña ante tu recuerdo,
ese que es tan puñetero que ha detenido el mundo, que ha paralizado mis instintos
y marchitado mi sonrisa.
¿Qué puedo hacer? Supongo
que una no elige lo que siente, ni siquiera elige como reprimirse, sobre todo
si se ama de verdad. ¿Sabes cómo no? Romper los esquemas de tu propia mente,
elaborar rosales perfectos en el desierto de la nada, localizar el frio en tu
cálido suspiro, hilar las roturas de los temores pasados que podridos infectaban
cada minutero, sanar el más corrompido corazón, volar sobre tu propia realidad,
descubrir una parcela en la que solo caben besos sonoros y abrazos faltos de
respiración; así hubo un tiempo en el que yo te amé, tanto incluso que no puedo
encontrar definiciones exactas para el estado de mi entonces alocado corazón; y
no te rías, ambos sabemos que lo que pasó coincide con la definición de ilógico;
ni siquiera puedo decir que fue real, lo único que me atrevo a decir es que, en
la medida de lo posible, experimenté las
raíces de un mundo diferente y bello que se disipó tan rápido como de rápido fue
tu parpadeo. Y es precisamente eso lo que hace que haya sido tan perfecto,
porque todos sabemos que lo bueno y corto, dos veces bueno.
Pero ¿Sabes? Estas líneas
son la única forma que yo tengo de hacer que penetres en mis ya destrozados y
descompensados sentimientos; puede que tal vez sienta la necesidad de decirte:
Adiós, ¡Qué te vaya bonito! Y que entiendas que no hay nadie que pueda esperar
eternamente; tal vez, en realidad ni siquiera pueda decirte adiós en toda su
totalidad, pues estoy segura que mis dedos y mis musas volverán a reclamar tu
pesada presencia, y yo, obediente y sumisa, tan solo podré complacer forzadamente.
Y yo sigo desierta en tu
mundo, naufraga de los días que dejabas pasear tu sonrisa sobre la mía. Y
siempre, del ocaso a la mañana, me escuece el desgarro que tus manos dejaban
sobre mis mejillas ilusionadas.
Todas las noches se me
enturbia el dolor y decide despertarme y con un aire repentino me trae tu olor.
Mis sabanas me susurran:
- ¿Quién encharca tus
ojos?
- El mismo que un día los
hizo brillar- Le digo yo.
Y yo sigo teniendo banca
rota de ilusiones y tú… bueno tú…sigues siendo infeliz y cobarde, y sigues
llevando esa mentira de vida porque no tienes valor para ver que tras las fronteras
de tu ayer, te esperan las fronteras del hoy. Y que triste te debes sentir de haber saltado y haber sido feliz para regresar a ese puto alcantilado, a ese punto de partida dónde sabes muy bien que no va a funcionar, también lo decias tú.
Yo sigo creyendo que mis
letras son tu talón de Aquiles, y aún recuerdo cuando me leías y me decías:” ¡Me
matas con estas cosas, gorda”
Y tú me matas a mi con estas cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario