Una buena
amiga me dijo que escribir era mejor que hablar con la gente porque el papel no
te da consejos fuera de lugar o más bien de esos que no quieres escuchar; dice
que puedes contar lo que quieras, todo aquello que sientas, que aquí nunca se
me va a juzgar.
Me llamo Amapola, si, lo sé, un nombre con demasiada
belleza. Vivo en los lugares más remotos de de la tierra, de océanos de luz
en océanos de oscuridad, surcando mares clandestinos de la tierra de la
soledad; vosotros podéis llamarme "la cacique de palabras"
Me gusta adornar mis días con desvaríos varios y torturas
de cristal.
Tuve muchos amores desperdigados, cada uno en un
"puerto", a cada cual menos apropiado, pero nunca me había enamorado
¿Sabéis?
El otro día me preguntaron cómo veía ahora la vida; pues
veréis, desde que me he colgado de él, la vida me parece oscura. No encuentro
un sentido al porqué las flores brotan en primavera, o los árboles se despojan
de sus hojas en otoño, no tiene sentido el azul del mar y lo oscuros del cielo
en las noches de invierno.
¿Queréis saber una cosa? Odio el amor. En realidad odio
muchas otras cosas más; odio encontrarme ajo en la paella, por ejemplo. Pero
claro, eso es algo que se puede evitar. En cuanto al amor os diré que es un mal
completamente irremediable, peor incluso que una enfermedad, no tiene cura y
duele de una manera tan peculiar y particular que ni siquiera se puede
explicar. Se va en pequeñas dosis de olvido, con retornos indefinidos de esos
que llenan huecos que vomitan otra vez todo lo que ya te habías
despojado.
Lo odio porque el amor te hace ser peor persona.
Estaréis pensando que realmente sí que soy una cacique,
una loca, que hablo así del amor porque estoy triste y veo las cosas desde una
mala perspectiva, tal vez incluso tengáis razón. Pero es que yo nunca había
sentido este dolor. De verdad.
Él es diferente a los demás, claro para mí. Una médium me
dijo el otro día que me gustaba tanto por la magia que desprende, magia que no
todos pueden visualizar. Podría haberlo visto pasar y haberme fijado en
sus manos y ya está, o podría haber visto la luz de sus ojos o la forma tan
perfecta de sus labios; pero no, sus manos ya me han tocado, sus ojos han
brillado con los míos y sus labios... son el puzle perfecto con los míos. Y
ahora... ahora se ha ido. Me ha pedido que le espere ¿Sabéis? pero claro,
mientras yo espero que vuelva, él encuentra cobijo con otros brazos. Y
yo... nunca antes había tenido tanta paciencia.
¿Os he dicho ya que odio el amor?
Amapola.
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