sábado, 13 de diciembre de 2014

Quiero café

Yo y el miércoles cualquiera, donde resuena la noche desastrada en el cuarto de mi quimera.

Me he levantado con migraña permanente, y ya no estás a mi lado. Sólo tengo sabor de cerveza en un campo minado. Habías bebido mi boca irregular, y anoche yo comí la flor de tu juventud; me sabía  a mucho y ahora que te la has llevado cuanto menos me sabe a suspiro. Que fue mi último delirio.

No te gustan las chicas que beben. Y a mi encantan los chicos que por mucho que pidan siempre pierden.

Me he levantado y no se dónde te has ido. En el suelo de mi cocina sigue tu azúcar esparcido. 

¿Dónde estás? Que sólo huelo tu mordisco en mi hombro descompuesto. Que sólo veo tus pisadas en mi subsuelo.
 
Ya se que tenías mucha prisa y la agenda apretada. Que no te importa haber dejado toda mi calma atada. Del miedo que ahora tengo, no puedo paralizar tu estela en mi baño; que aquí sigue dibujada tu sonrisa de estaño. 

Nadie puede ya desvirgar este desastre. Nadie puede soplar el colapso y este miserable lastre.
Tengo resaca, he dormido cuatro horas. Aún puedo ver tus manos huidoras. De mi nervioso gemido, de todo este desdén que tú solito te has comido.

Y ahora estoy sentada en tu recuerdo, en el sofá de siempre para intentar buscar lo de nunca. Esos poemas que dibujaba en tu morena nuca.

Tengo ganas de escribir. Voy a limpiar todos tus restos, a quitar todo tu entusiasmo funesto.
Voy a escribir. Luego quiero café.

No hay comentarios:

Publicar un comentario