LA CHICA DEL ANDÉN TORCIDO
II
Era la cuarta vez que
calentaba un café. Durante dos horas y cada media hora la espuma del café
viejo se disolvía tranquila en el poso de una taza recién comprada en la piazza di Spagna. Eran ya las 8 de la
mañana. Había pasado la noche más intranquila de mi existencia. Mi almohada era
un ring de lucha libre, ni ella me dejaba dormir ni yo la dejaba reposar.
Era un escenario roto y
lleno de contradicciones: tenía calor: me quitaba los calcetines. Tenía frio: me ponía los calcetines. Y así una larga noche en la en las pocas horas en
que mi cuerpo yacía tranquilo y relajado, mi mente sobrevolaba fantasías inhumanas.
Si, había soñado con ella. La chica del andén
torcido. Era la primera vez que pensaba en otra chica que no fuera mi ex. Veréis
mi ex se llama Sofía, es una chica
alegre con sus amigas y completamente sosa con su pareja; o al menos conmigo.
En realidad, y para confesarme de una vez y ser sincero, he de decir que opino
que nunca me quiso como ya la quise a ella, y que es por ello que ella era
completamente un libro sin abrir para mí. Porque cuando una persona ama, se
torna dulce y divertido como un niño; de
hecho hasta un puto psicópata sería capaz de volverse opuesto por amor. Eso es,
no me quiso, y no sé porque lo sé; esas cosas simplemente se saben. Yo le di mi
amor a manos llenas y solo obtuve una entrega desigual. Le dio igual dejarme
caer al acantilado poroso del dolor y la indiferencia; le dio igual ir acercándome
a un planeta confuso y distinto del que ella habitaba, y volverse extraña como
un día frio y lluvioso en pleno mes de julio. Y al final acabó dejándome, solo
como cuando la conocí, aunque esta vez mi manera de ver el amor había cambiado
para siempre.
La chica del andén torcido
era todo lo que había soñado sin ni siquiera concebir su figura como algo real
y humano. Era muchas cosas pero siendo solo un recuerdo, un dibujo en el lienzo
de mi memoria, un garabato en una libreta por estrenar, un poema sin versos
donde rimar, una letra sin música para cantar, una nieve virgen sin la huella
de un chaval, una lluvia sin paraguas, el sol sin dueño para calentar…Era una
fantasía lejana e irreal.
Pero ¿Qué somos, sino
ilusiones, fantasías y recuerdos? De eso nos nutrimos y por eso una persona muchas veces es capaz
de sobrevivir. Así que, en parte, me gustaba tener como referencia mi sueño:
La veía lejana en una cafetería perfecta, y
simplemente chocaba con ella, como quien se topa inesperadamente con dinero en
una chaqueta que desde hace años no te pones. Un roce de miradas era justamente el golpe que no esperaba. Y es que las personas dicen más con los
ojos de lo que podemos imaginar.
Recuerdo una vez en la que mi padre me dijo "te odio" yo no sabía que responder; mi garganta se quedó
completamente trabada, ni la saliva encontraba lugar para hacer fin a la sequia
de mi boca; tan solo pude llenarme los ojos de lluvia. Supongo que mis ojos
quisieron decir lo que mi boca no sabía. O no se atrevía.
La chica del andén torcido
sonreía y me contaba con la mirada que estaba dispuesta a comenzar un nuevo capítulo.
Después me despertaba y la lucha en mi cama volvía.
Necesitaba saber quién
era, como era, y si mi sueño tenía razones para hacerse notar aquella noche. En
menos de cinco minutos estaba subido en el coche dispuesto a ir hacia la nada, con la referencia de un sueño carente de sentido, falto de realidad, y el recuerdo de una mirada que no sabía si me miraría igual.
Mientras tanto el
quinto café se unía al invierno de los otros.
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